La grandeza de Goldoni

Els feréstecs

Els feréstecs
08/05/2014

Es difícil no acertar con Goldoni, puesto que la carpintería teatral que hay detrás de todas sus obras hace que se aguanten siempre en pie. Si encima se hace con el gusto y la buena mano que el Teatre Lliure ha sabido imprimir a muchos clásicos, el resultado es una joya de gran valor que seguramente dejará impronta a la historia del teatro barcelonés y, sobre todo, a la carrera de Lluís Pasqual.

El juego es sencillo: personajes fuertemente emparentados con la comedia del arte, pero con toda la riqueza de matices que impondría Goldoni; un argumento hilado en base a malentendidos; una boda apalabrada y unos chistes que provienen de la gestualidad y los modismos orales. Todo ello aliñado con un buen rayo de folclorismo catalán y una pizca de mala leche.

Pasqual sabe jugar muy bien a este juego. Pero es que, además, suma un magnífico juego de espejos con otro de los grandes clásicos del Lliure, Un dels últims vespres de Carnaval (Uno de los últimos anocheceres de Carnaval), que él mismo dirigió hace una puñado de años en el barrio de Gràcia. El hecho que muchos espectadores reconozcan el guiño –los arcos de los decorado son una prueba más que evidente- contribuye a que las representaciones acaben con el público en pie, cosa que aquí en casa es difícil de ver.

De todos modos, no sería justo acabar esta crítica sin reconocer el gran trabajo interpretativo. Los actores y las actrices son, seguramente, los que hacen levantar a los espectadores de las butacas, puesto que durante 90 minutos no corren, sino que danzan, por un escenario casi inexistente. Con una interpretación cercana a la farsa, hacen que el público enloquezca desde el primer minuto. Jordi Bosch, Laura Conejero, Rosa Renom y la jovenísima Laura Aubert se llevan los mejores elogios, pero no sería justo dejar de mencionar a Andreu Benito, Xicu Masó, Carles Martínez, Boris Ruiz, Rosa Vila y Pol López. Un reparto mayúsculo para una representación que hace subir el ánimo y que nos recuerda que a veces hay que ir a las raíces del teatro para descubrir las mejores virtudes.

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