Luchas por sobreponerse a las dificultades y tener el coraje de hacerlo, aun con los obstáculos que se presentan día tras día, forma parte de la valentía de cada persona. En ocasiones lo más fácil sería dejarse llevar por aquello que requiere menos esfuerzo, pero la vida no tendría que ser así.
Elling y Kjell se conocen cuando comparten habitación en un centro psiquiátrico. Parece que no congenian y que no pueden ser más diferentes el uno del otro. Pasa un tiempo y el estado les da la oportunidad de compartir un piso tutelado en la ciudad de Oslo. Empieza allí su integración en la sociedad, con altibajos, pero siempre con voluntad de conseguirlo.
El texto de Ingvar AmbjØrnsen es una delicia, meticuloso con un ritmo natural sin correr demasiado y aposentando cada paso que dan sus personajes. Elaborando un contexto sólido e interesante, que va creciendo poco a poco ampliando la sonrisa del público mientras le invita a forma parte de la familia que se está creando en el escenario y que desprende una estimación infinita.
La inteligencia de la narración reside en el hecho de presentar situaciones absolutamente reales, que la espectadora podría pensar que saldrán mal y que la hace sufrir, para después darle la vuelta y presentar una respuesta diferente a la esperada. Cada personaje encuentra su sitio y se hace imprescindible para la trama, aunque sea por unos momentos escasos.
Albert Prat y David Verdaguer, Kjell y Elling, tienen una conexión muy especial en el escenario. Dos incomprendidos que encuentran en el otro aquella persona que estará allí en cada paso del desafío. Es esta interacción entre Prat y Verdaguer la que hipnotiza y deja con una sensación reconfortante a la espectadora. La valentía es deshacerse de cualquier rasgo personal para dejarse llevar por aquello que necesitan sus personajes.
La escenografía modelable es una maravilla. Permite una funcionalidad y un marco perfecto para el desarrollo de la trama que se ayuda también en el cambio de escenario con los números musicales. La banda sonora elegida para cada salto de segmento remueve al público en las butacas que, intentando que no se note, bailan y cantan (sobre todo en el momento karaoke).
Ahora que está de moda hablar de aquello que para cada uno/a es su safe place, sin duda está producción será el lugar seguro y querido de más de una espectadora.