Elling fue primero una novela, y más tarde una película noruega del 2001 que consiguió incluso una nominación a Òscar como mejor film extranjero. Ahora llega al teatro, y lo hace con los dos mismos personajes que enamoraron a medio mundo. Se trata de dos pacientes de un psiquiátrico que después de dos años de internamiento tienen que empezar una nueva vida fuera del centro. Su difícil adaptación y las situaciones y personajes que conocerán por el camino son lo que da peso a esta historia, donde la ternura, la comedia y el drama se dan la mano constantemente.
Pau Carrió ha conseguido crear una pieza sensible, con un sabor a feel good movie que sobrevuela todo el rato el teatro. De hecho, la historia ya lo conlleva, pero si no encuentras el tono adecuado podrías echarlo todo a perder. No ha sido el caso… Se nota que el espectáculo está hecho con mucho mimo y con mucho amor hacia los personajes y las situaciones en las que se ven implicados. En este sentido, la interpretación de David Verdaguer (Elling) y Albert Prat (Kjell) es una pieza crucial para que todo funcione. Su química en escena es de aquellas que genera una rápida empatía en la platea, consiguiendo que te quedes con ganas de saber más cosas de esta extraña pareja y de la firme amistad que crean ante nuestros ojos.
Justo es decir que la obra quizás se alarga en exceso (110 minutos) y que se para en situaciones que quizás no hubieran requerido tanto tiempo. De todos modos, el ritmo es casi siempre el adecuado y la parte escenográfica (sencilla pero muy efectiva) consigue crear muchos espacios diferentes con cambios rápidos y eficaces. Todo ello, pues, ayuda a crear una obra a la que le auguro una larga y exitosa vida.