¿Ensayo o representación?

El zoo de vidre

El zoo de vidre
20/04/2024 - Teatre La Biblioteca

Cuando Josep Maria Pou dirigió su versión de la obra de Williams –concretamente, en 2014- ya comenté que esta era una de las piezas más delicadas y bellas del autor norteamericano. Una pieza que no ha envejecido tanto como otras suyas, y que sobrevive al paso del tiempo por ser un pequeño drama doméstico, cotidiano, con personajes que entendemos y comprendemos desde su primera aparición. Evidentemente, sigue siendo una obra supeditada a un marco temporal, a una época concreta, ya que si no algunas actitudes de los personajes no se podrían entender del mismo modo. Esto puede restar interés a algunos espectadores, pero si te dejas llevar por lo que sienten los personajes todo resulta mucho más fácil.

No sé si por esta terquedad de querer acercar siempre los clásicos al momento actual, el montaje de Martina Cabanes empieza como un ensayo a tiempo real. Al poco de entrar a platea ya vemos a actores que calientan y recolocan parte del mobiliario, que no son más que piezas sueltas y troceadas de lo que un día puede llegar a ser una escenografía completa. Aparecen después los actores que faltan, alguno busca el texto que se dejó el día anterior, hacen preguntas sobre el ensayo –suponemos que ensayo general- que tienen que hacer a continuación, se preparan… y finalmente empiezan. Esta idea, que en un principio aporta cuatro datos sobre Tennessee Williams y el contexto del estreno de la obra, parece que nos conducirá hacia un camino nuevo e inexplorado hasta ahora en las representaciones de El zoo de cristal. Pero no… no acaba siendo así. Una vez empieza la función la idea se olvida, y exceptuando la recolocación manual de algún foco todo sigue los cánones habituales. No sabemos si habría estado mejor o peor explorar el tema del ensayo, pero no entiendo entonces el porqué de un inicio que promete lo que después no será…

Centrándonos ya en la función en si, hay que decir que Cabanes pone todo el valor en las interpretaciones y en los pequeños detalles. Esta es, sin duda, una obra de pequeños detalles. En este sentido, cobran importancia todas las escenas a la luz de las velas y todo lo que tiene que ver con las frágiles y metafóricas figuritas de cristal. Laura Conejero despliega todos los recursos que ya le conocemos y nos brinda una Amanda que juega a hacer de actriz sofisticada; una Amanda con cierto sabor a diva venida a menos. Clara Moraleda crea una Laura delicada y tierna, pero quizás un poco demasiado exagerada a nivel gestual. Roger Torns hace un Tom bastante creíble, mientras que a David Anguera quizás le faltan años o un poco más de experiencia para que conectemos del todo con Jim O’Connor, un personaje corto pero complejo y determinante en esta historia.

Creo que a pesar de algunos pequeños desajustes, esta versión conserva la magia de Williams. Solo por eso ya merece la pena rememorar o descubrir un texto que aparece por nuestra cartelera muy de vez en cuando.

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