La infancia es, probablemente, la etapa de la vida que más nos marca como personas. Es, quizás, por este motivo, que se ha convertido en el tema central de muchos debates culturales y políticos recientes tanto desde las perspectivas más rancias y conservadoras como de las más modernas y reivindicativas. En esta misma línea, después de Ah! (Judit) y Y-X, la siempre crítica Companyia El Martell aborda, en este caso, los clichés, prejuicios y conductas tóxicas que sufrimos desde muy pequeños para demostrar, en cierto modo, que los niños y niñas no son tan libres como nos creemos. Machismo, homofobia, racismo, clasismo, competitividad o materialismo aparecen en las conversaciones de los protagonistas de esta pieza que se mueve entre el humor ácido y la alegoría social.
La dramaturga y directora Laia Alsina vuelve a explotar, así, su capacidad para meter el dedo en la llaga de las realidades más incómodas. Inteligente, valiente y con pinceladas poéticas, El mar no cap dins d’una capsa de sabates mejora estructuralmente respecto a sus espectáculos anteriores que se perdían entre una gran cantidad de escenas y una mirada demasiado amplia de la temática. Este montaje apuesta, más bien, por una trama central que permite al espectador seguir más cómodamente la historia, apoyándose en un cierto hilo narrativo que compensa las constantes digresiones y las secuencias de movimiento. De este modo es como la propuesta resulta muy interesante pero también algo agotadora. El exceso de coreografías corporales (muy sugerentes, en general) hacen perder frescura y espontaneidad a muchas escenas y, por acumulación de la fórmula, acaban fatigando al público. Afortunadamente, hacia el final, la directora da un respiro al reparto con una transición metateatral necesaria y muy afortunada. Hay que decir, también, que actores y actrices hacen un trabajo espléndido y que sostienen la función con una precisión y profesionalidad memorables. En resumen, se trata de una exploración combativa y honesta de un asunto delicado, con momentos divertidos y, a pesar de una duración un poco excesiva, tiene un gran valor gracias a su capacidad de abrir debates enriquecedores.