Montar un Auto Sacramental (obras moralmente aleccionadoras) del sXVII en el sXXI es muy arriesgado. Quedan muy lejos de nuestros referentes y habría la tentación de querer contemporizar tanto que terminen perdiendo su esencia. He oído, por ejemplo, que este interesantísimo El Gran Mercado del mundo de Calderón de la Barca en el TNC es fallido porque no refuta el discurso religioso del texto. Hombre, se me hace difícil refutar que es mejor que se imponga el bien al mal, la verdad. Hubiera preferido El gran teatro del mundo, la verdad, pero se supone que han querido evidenciar los males de los capitalismo que todo lo puede comprar, parece que olvidando que elegir el bien o el mal es voluntad de cada uno.
Dos hermanos, casi idénticos por fuera pero muy diferentes por dentro van al gran mercado en una prueba moral. Con el talento (moneda) que les ha dado su padre, ¿qué talento (soberbia, fe, herejía, gula …) comprarán? Quien mejor uso dé al dinero, será heredero y se casará con la Gracia (que no tiene nada que decir, ejem…).
Obra coral -un poco menos que en el texto original, con demasiado peso a la lujuria del impecable Roberto G. Alonso (A mí no me escribio Tennessee Williams) – que nos permite reencontrarnos con Silvia Marsó (24 hores en la vida d’una dona), una Culpa muy expresiva y con, en general, cuidada dicción.
Lo menos mejor: las partes musicales, que diría que pretenden romper la seriedad y profundidad del texto, aligerando con toques de revista que acaban siendo ridículos (la canción de hacer dieta, el fallido humor físico del pianista que no puede sentarse .. .) en comparación con el bello texto original.
La escenografía de Max Glaenzel, marca de la casa, nos cautiva, un cromático carrusel donde cada pecado o virtud sede y enseña su mercancía, en un continuo girar y girar.
Y sí, hay cosas que no capté, como por qué es la lujuria que reconforta la fe, o por qué el «elegido» parece ausente en la celebración final. Detalles de la dramaturgia que se me escaparon pero no son relevantes en esta adaptación de un texto de hace siglos que nos ha permitido disfrutar y mucho de un auto Sacramental sin que sea algo anticuado o rancio y sin ser adaptación modernísima, de las que no se entienden o diluyen la original. Enhorabuena, el reto era mayúsculo.