Hay amistades diferentes a lo largo de la vida. Las hay de especiales, las que se sienten como familia, las que llevan a asegurar que una persona haría cualquier cosa por la otra. Fuera lo que fuera. ¿Eso es verdad? ¿Hay algún tipo de límite? Seguramente mucha gente diría que no, pero a la hora de la verdad es muy probable que no fuera posible.
En esta obra, Cesc aprovecha una cena que ha organizado en su casa con los amigos de toda la vida, los más íntimos, para explicarles que su mujer y él quieren tener un hijo y que, después de muchos años intentándolo, la única solución que han encontrado es una inseminación con sus amigos como donantes. Una información que cae como una bomba y que provocará hablar sin medias tintas de la paternidad y su amistad, con todas las consecuencias que eso puede comportar.
Divertida, ágil e inteligente es una auténtica sorpresa para la espectadora, que descubre un texto, firmado por Susanna Garachana, honesto y sin tapujos, que habla directamente y saca a la palestra un tema, la paternidad, que normalmente no se representa de manera tan sincera.
Es un relato de situación que hace reír (hasta llorar) a más de una persona de entre el público que se contagia a medida que avanza el texto, con una escenografía muy adecuada y que deja el espacio necesario para la evolución de la narración.
Xavier Ricart dirige esta obra con un cuidado determinado, hasta llegar a su punto exacto. Podría convertirse en una parodia o en una comedia pasada de vueltas, pero consigue dar confortabilidad al texto y a sus personajes, que se sienten seguros y no tienen miedo de transmitir dudas y preguntas en voz alta.
Los personajes no podrían estar mejor interpretados. Eduard Buch, David Marcé, Jordi Rico y Marc Rodríguez hacen un trabajo de contención y de justa medida que deja asombrada a la espectadora. Esta, de hecho, llega a sufrir por si los actores rompen su personaje y no pueden aguantar la risa ante algunas de las actuaciones memorables -el monólogo de Buch es la prueba definitiva de esta resistencia-. La conexión entre los personajes y su química en el escenario transmite una amistad real y estrecha, ayudando de manera incalculable a dar verosimilitud al texto.
Hacer reí al público no es nada fácil, este acostumbra a ser más exigente con los textos cómicos que con los dramáticos. Se pide llegar al humor sin pasarse de la raya, pero consiguiendo el punto justo para provocar risas en el patio de butacas. En esta ocasión, no hay momento que no sea hilarante, en mayor o menor medida, con un nivel constante de intensidad y diversión. Hacia mucho tiempo que se demandaba una comedia que, sin acoger tópicos, diese al público risas y un muy buen rato.