Adaptar un relato breve de Oscar Wilde para convertirlo en una obra de teatro de 100 minutos a la medida de Joan Pera no es una tarea nada fácil. El encargado, en este caso, de llevar a cabo esta gesta ha sido el joven dramaturgo Joan Yago que, anteriormente, ya nos había demostrado su gran talento con textos originales como Fairfly o You say tomato. Desgraciadamente, en esta ocasión, el resultado no tiene la frescura ni la perspicacia a la que nos tiene acostumbrados. Como intentar ser Wilde no es realista, parece que se ha optado aquí por construir una estructura que funcione en términos narrativos, jugando más a ser un cuento de misterio que no tanto a una comedia desternillante. La historia está bien expuesta pero se echa de menos más humor, diálogos afilados, un ritmo más ágil y, en general, que se saque partido del gran potencial cómico de su reparto. Joan Pera es muy carismático pero no acaba de encontrar ninguna chispa entre sus frases que levante el montaje, entre una dirección demasiado clásica y un conjunto de trucos lamentablemente rudimentarios. De este modo, siguiendo la historia, se puede pasar un rato agradable pero sin la intriga necesaria para no aburrir y añorando la gracia y espontaneidad que se le presupone a un espectáculo que lo tenía todo para ser divertidísimo… y se queda a medio camino.
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