La puesta en escena de un buen texto no es nunca una tarea fácil. En el caso de la peculiar obra El drac d’or escrita por Roland Schimmelpfenning existía el peligro de hundirse en el caos y la densidad de la dramaturgia típicamente alemana. No obstante, Moisès Maicas ha dirigido la pieza con inteligencia, aligerando cómicamente su alma trágica y su vacío existencial, y dotándola de un ritmo y unos juegos teatrales que la dinamizan totalmente. La historia gira en torno a unos inmigrantes ilegales que trabajan en un restaurante chino-vietnamita de comida rápida, sus clientes y otros personajes del barrio. El estilo de narración fragmentada, con un marcado tono literario, hace que cueste entrar en este universo de patrañas y precariedad que mezcla elementos fantásticos con situaciones cotidianas. Pero, cuando te ha atrapado, resulta todo un placer disfrutar de los recursos escénicos de Maicas y las genialidades del texto. Además, los actores se lucen bastante puesto que interpretan constantemente papeles que no les corresponden por edad y sexo, demostrando gran versatilidad. Y, a pesar de que en conjunto la propuesta se hace un poco larga (la narración fraccionada impacientará a más de uno), hay un buen puñado de sorprendentes buenas ideas y un mensaje bastante duro (y necesario) sobre el poco valor que la sociedad da a las vidas de los ciudadanos que considera de segunda clase. Por lo tanto, a pesar de la apariencia de entretenimiento inofensivo, El drac d’or deja, en realidad, un poso agridulce, triste, sugerente y muy comprometido con los más desfavorecidos que buena falta nos hace.
¡Enlace copiado!