Inicia, pausa, rebobina. Vuelve a empezar, explica, para, rebobina. Y así unas cuantas veces para mostrar la espera de una familia mientras la hija vuelve de su viaje a Australia. Durante estas idas y venidas se exponen miedos, deseos y, también, la oscuridad de alguno de los personajes.
Con un montaje arriesgado en la transición narrativa, tiene saltos hacia delante y atrás que a veces funcionan y otras no tanto. En algunos segmentos aporta un matiz, un añadido a la acción y al texto, pero en otros momentos se ve repetitivo e, incluso, pesado. En estos momentos, se espera que la trama avance un poco más, es como si la narración quedara encallada y rompe la atención del público. Este es el principal punto débil de esta producción que habla de temas muy interesantes por explorar.
La habilidad de los intérpretes para ir saltando de un punto al otro del texto y modificar diálogos que comparten en diferentes momentos gesticulación y puesta en escena es de admirar. Albert Pérez, Vanessa Segura y Alícia Puertas son los que aguantan escena toda la producción, sus cambios de estado emocional y la repetición de texto y modificación es un ejercicio muy difícil que se aprecia mucho durante toda la producción.
La escenografía y estructura sonora y de iluminación ayudan mucho a crear una ambientación adecuada, pero continúa fallando una estructura narrativa no muy bien medida. Si las idas y venidas hacia delante y atrás fueran disminuyendo progresivamente o fuesen repetitivas solo en los momentos más clave, entonces el texto y la espectadora aguantarían más y mejor estos saltos.
Con todo esto, la historia nos deja un hilo inconcluso que deja volar la imaginación en esta trama que, en algunos momentos divertidos, no deja de explicar un drama familiar con muchas aristas por descubrir.