Basada en una canción popular, El Caballero de Olmedo es una de las obras más conocidas de Lope de Vega, junto con Fuenteovejuna y El perro del hoterlano. Por este motivo, y teniendo en cuenta el peso que cualquier pieza del Siglo de Oro comporta para el imaginario colectivo, lo más habitual es optar por un montaje sobrio según las convenciones más solemnes. No obstante, Lluís Pasqual, director sobre todo práctico, inteligente y con visión comercial, ha ideado una versión del clásico más ligera, entretenida y desenfadada de lo habitual, pero que funciona como un tiro. Pasqual demuestra así, una vez más, su gran ingenio, en este caso, probando que “respeto” no significa “sacralización”. Todo y con licencias dudosas como el uso de la música flamenca o el tango, la concepción brechtiana del espectáculo le permite construir un producto apto para gustar a todo tipo de público. De aquí que se tome la molestia de elaborar toda una coreografía por la prescindible lucha de espadas que añade vistosidad o incorporar breves intervenciones cómicas directas al público a cargo de Rosa Maria Sardà (o Francesca Piñón, dependiendo de la función). En cualquier caso, el hecho es que se digiere muy bien y la solvencia de la mayoría de actores recitando el texto redondea esta propuesta que, si no fuera por la deferencia a su lírica, podría haber resultado un poco frívola.
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