Después de ver este Caballero de Olmedo, uno se da cuenta de que Lluís Pasqual vuelve a estar en plena forma. Después del acierto total del año pasado con Els feréstecs, ahora tenemos la oportunidad de ver como juega con un texto «sagrado» de Lope y como lo manipula para acabar dándonos un espectáculo lleno de poesía y de ideas, la mayoría muy acertadas. Y es que encuentro muy saludable la desacralización de una obra como esta, ya que que a veces el teatro del siglo de oro parece un compartimento intocable y poco dado a versiones, reinterpretaciones y actualizaciones. Hemos visto muchos Shakespeares en tejanos, o ambientados en cualquier lugar, época o circunstancia…, pero ¿cuántas veces lo hemos visto con un Lope? ¿O con un Calderón? Pocas.
Volviendo al montaje que nos ocupa, sigo pensando que Pasqual es el gran protagonista. Ha fusionado el verso de Lope de Vega con el flamenco, e incluso con el tango. Se ha permitido que algunos personajes increpen directamente al público y ha convertido una obra «de acción» y de muchos personajes en una pieza intimista y en algunos momentos un poco «brechtiana». Pero con tantos aciertos se ha olvidado de controlar el verso endemoniado del Siglo de Oro, un verso que a algunos actores les encaja bastante bien y que a otros los devora por completo. Entre esto y algunos problemas de vocalización se hacía difícil entender algunos pasajes de la obra… ya de por sí esquematizada al máximo.
Sea como fuere, estamos ante uno de los acontecimientos teatrales de la temporada. Un año más, Pasqual vuelve a estar en primerísima línea.