Calculada sobriedad

Èdip

Èdip
16/04/2018

Si una cosa ha demostrado Oriol Broggi como director durante su trayectoria es inteligencia y buen gusto a la hora de dar forma escénica a la tragedia. En su nueva incursión en el género, esta vez, con un clásico universal como Èdip, parece, sin embargo, que ha abordado el ejercicio desde una intelectualidad que no ha acabado de cuajar en las correspondientes emociones escénicas como otras veces. Adaptada de forma ejemplar por Marc Artigau y el propio Broggi a partir de la versión de Jeroni Rubió, la obra resulta narrativamente redonda y todas las decisiones tomadas son coherentes (como la eliminación del coro) con su apuesta por una calculada sobriedad. Desgraciadamente, esta opción hace que el conjunto sea sugerente pero la atmósfera no traspase más allá de la estética, el ritmo acontece lineal y, a pesar de su fuerza dramática, no llega a conmover. Parece que Broggi ha querido moderar la intensidad, el uso de los efectos y de la música en busca de una pureza que, finalmente, peca por exceso de racionalidad, al mismo que tiempo que logra unas espléndidas interpretaciones, con Julio Manrique al frente. Escuchar a la actriz Clara de Ramon cantar en su último tramo (y todo lo que esto consigue transmitir) es la prueba de que hubieran ayudado a encontrar el equilibrio otros recursos sentimentales como estos de los que, probablemente, ha sido un error prescindir.

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