El drama de la acogida

Dos familias

Dos familias
15/10/2017

Una de las grandezas del teatro es que puede tener motivaciones muy diferentes, y todas muy valiosas, como divertir, entretener, emocionar, criticar, reivindicar, innovar, denunciar o hacer reflexionar sobre algo. Sin embargo, también puede tener el objetivo (y, a veces, esto lo olvidamos) de poner el foco sobre los pequeños dramas cotidianos que, sin hacer demasiado ruido, nos rodean y tienen su importancia, su propio conflicto y su propio dolor. La virtud más grande de Dos familias es su realismo y la capacidad de mostrarnos una realidad triste y muy habitual, que no tenemos demasiado presente, en la que no hay buenos ni malos más allá, quizás, de la falta de empatía de un sistema demasiado frío.

Escrita por José Pascual Abellán, la obra nos explica el drama que puede suponer la acogida de un niño a la hora de tener que devolverlo a los padres biológicos, cuando se da la circunstancia. El planteamiento es sencillo pero juega muy bien sus cartas, no es partidista y combina con acierto la emotividad de la historia con una sobria narración de los hechos. El director Sergio Arróspide mide con destreza las interpretaciones de los actores que, en busca de una naturalidad muy apropiada, nunca pierden la verosimilitud a pesar de pequeños desajustes que, con rodaje, desaparecerán. En este sentido, el trabajo de Pau Sastre resulta especialmente destacable por su ternura e íntima fragilidad. En resumen, se trata de una propuesta interesante, que genera debate y que, a pesar de su simplicidad y algún giro repentino, está muy bien construida y ejecutada.

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