Cuando La Virguería encarga a Helena Tornero escribir su próximo proyecto teatral le plantea el tema de la indigencia. Según la misma autora, se dieron muchas vueltas al tema hasta que finalmente la obra acabó teniendo como eje central el amor, a pesar de que también aparece con fuerza la cuestión de la indigencia emocional. Lo que está claro es que Demà es una pieza que juega con la distopía y la intriga, y que tiene como protagonistas a dos parejas aparentemente opuestas en en cuanto a comportamiento y forma de ver la vida. Una de ellas busca el amor a través de un sofisticado programa de contactos, mientras que la otra se encarga de hacer de gurús en congresos donde se pone precio al amor. Y cuanto más alto, mejor.
La obra presenta una estructura circular que permite ir atrás para volver a su punto de partida. Se supone que la información obtenida en el viaje nos hará ver la escena repetida con otros ojos, pero cuando se llega al final puede ser que muchos espectadores ya hayan perdido el interés por lo que se explicaba. La puesta en escena es elegante y sofisticada, pero también apuesta por una frialdad y un vacío escénico que puede crear distancia más que interés. Me costó mucho conectar con la propuesta, e incluso entender algunos de las trampas argumentales, pero valoro la idea de filosofar sobre el amor y también la interpretación de los cuatro actores, en especial la de un siempre acertadísimo Marc Rius en el papel de un coach embaucador e irresistible.