Ivo Van Hove es uno de los directores más importantes del momento a nivel mundial. Hasta ahora lo avalaban los grandes espectáculos que ha traído los últimos años al Grec, pero a todo esto se tiene que sumar la notoriedad conseguida con el último proyecto musical de David Bowie o el prestigio ganado hace pocas semanas con el premio Tony al mejor director. Está claro que su estilo -pero también el del teatro belga y holandés en general, con referentes como Luk Perceval, Alain Platel o Frank Van Laecke- está despertando admiración en todas partes donde se presenta.
En La força oculta, Van Hove lleva a escena una obra fundamental de la literatura holandesa, y a pesar de ser una novela de finales del XIX lo hace con una modernidad, una elegancia y una claridad de ideas que impresiona. La forma como retrata el choque de culturas es simple, aparentemente sencillo, pero de una profundidad y una belleza cautivadoras. El mar alborotado, una danza ancestral, el grito de una reina, el sonido de un gong o una tormenta salvaje son pequeñas muestras de su apuesta. Una apuesta segura, por otro lado, puesto que todo el equipo técnico y artístico del que se rodea el director es de una calidad y de una exigencia poco frecuentes. En definitiva, un espectáculo que recordaremos por su ejecución impecable, por la sutileza de su dirección brillante y, como no, por algunos golpes de efecto, como el tsunami que dejó a todos los espectadores del Lliure clavados en su butaca.