Una habitación de hospital; una madre y una hija que saldan cuentas después de cinco años de no hablarse. No es que sea una premisa muy original, pero sí prometedora. Y es que las relaciones familiares extremas, con una enfermedad de fondo, acostumbran a dar situaciones interesantes y diálogos punzantes. Si encima le añadimos ironía, sentido del humor y un personaje potente, de aquellos que sentencian a cada réplica, tendremos una obra que funcionará y que puede acabar convenciendo a los más reacios. Paco Mir conoce muy bien los resortes de la comedia y sabe como llegar a buen puerto con el material que tiene entre manos. Solo le podríamos reprochar cierta sensiblería hacia el final, y un exceso con las fantasías que explica la madre protagonista. Es cierto que el recurso de inventarse un pasado misterioso -o no- siempre ha dado buenos resultados a la comedia (especialmente en las sitcoms), pero se tiene que vigilar que el tono no salga del realismo establecido y que no traspase excesivamente la delicada frontera de la verosimilitud…
De todas formas, una comedia como esta solo puede funcionar bien del todo si tiene al frente una actriz capaz de dar los matices y la personalidad adecuada al personaje central. En este caso, Mont Plans crea un personaje con el que conectamos desde el primer minuto. Sus miedos, sus secretos, su socarronería… e incluso su sensibilidad la hacen enseguida muy próxima. Una cosa que, precisamente, no acaba de pasar con el personaje de la hija, interpretado por Annabel Totusaus. Vamos conociendo cosas de ella a lo largo de la pieza, pero el autor nos escatima muchos detalles y no deja que se acabe de abrir ante el espectador. Una lástima.