Seguir el camino marcado y no moverse de aquello que se supone que se está destinado a hacer. No pensar más allá y no cuestionarse alternativas o maneras de vivir diferente. Al pueblo gris de esta historia, sus habitantes solo trabajan en la fábrica y siguen las órdenes de su alcalde. Es lo que conocen y no tienen tiempo para nada más y es que el alcalde sabe perfectamente que hacerlos trabajar hasta la extenuación no les da tiempo para pensar y para dudar de cómo funciona todo.
Basada en el texto de Santiago Rusiñol, esta obra muestra la hebra de esperanza que surge en el pueblo gris de la historia con la llegada de una compañía artística contratada para animar a los ciudadanos junto antes de las nuevas elecciones municipales. El alcalde lo ve como una manera de limpiar su imagen, otros como una ventana a un posible cambio. Esta visita cambiará la vida de algunos de los personajes, pero su influencia no será tal y como se esperaba.
Dagoll Dagom tiene una capacidad especial para conseguir narrar esta historia de finales del s. XIX y hacerla válida a día de hoy, mostrando demasiadas semejanzas entre los personajes y la sociedad actual. Anna Rosa Cisquella, Andreu Gallén, Ariagna Peya y Marc Rosich cogen el texto y realizan un montaje que conecta con todo el público, especialmente con los más jóvenes por la temática y el fondo del tema que se expone. La narración se sirve de unas canciones que atrapan al público, con una musicalidad actual que interpela y un leitmotiv claro que demuestra que esta compañía conoce muy bien el mundo de los musicales. Es un auténtico disfrute para los amantes del género.
Con una puesta en escena sencilla y potente, los pocos elementos que aparecen dejan el protagonismo a los personajes y las canciones, un gran acierto. A todo este conjunto, a este marco, se le añade un reparto muy interesante y lleno de talento. Con una clara voluntad de apuesta por el talento emergente joven, la producción consigue un equilibrio perfecto entre esta nueva hornada (aunque algunos jóvenes llevan muchos musicales a sus espaldas) y aquellos que llevan años demostrando que hay una gran cartera de intérpretes de musicales en nuestra casa.
Ver a Àngels Gonyalons encima del escenario es una experiencia imposible de olvidar y que se quiere continuar viviendo sin parar. No estaría mal que creadores y productores de musicales programaran una obra protagonizada por ella cada temporada. Tiene un dominio increíble del oficio que se muestra en cada intervención, en cada diálogo que pronuncia y en cada canción que interpreta. Cada actuación suya se merece un aplauso extenso. En la misma línea se está encaminando Mariona Castillo, que a cada musical/obra que participa demuestra que su talento no tiene techo ni límite. Aquí deja con la boca abierta a la espectadora especialmente con su potente voz, llena de sensibilidad y carisma.
Eloi Gómez fue uno de los grandes descubrimientos de El despertar de la primavera y en esta producción continúa hipnotizando al público. Su mirada dice ya todo lo que siente su personaje y su peso en el escenario, acompañado de un carácter potente, llena cada una de las escenas donde aparece.
Y se podría seguir alabando al resto del reparto: Jordi Coll, Júlia Genís, Pau Oliver, David Pérez-Bayona, Pol Guimerà y Basem Nahnouh. Todo, absolutamente, funciona como un engranaje perfecto.
Ver este espectáculo es recordar la enorme cantidad de talento que hay para hacer musicales. Historias que, sean antiguas o actuales, solo necesitan voluntad y unas mentes que quieran trabajar para llegar al público. Y mucho trabajo detrás, porqué es muy difícil hacer una producción de esta magnitud y que parezca tan fácil.
¿Cómo se dice de salir de ver un musical y querer volver a entrar?