Todos hemos vivido en algún momento una reunión entre padres, madres y profesores/as. Como tales o como propios alumnos. Pueden ser reuniones de seguimiento y evaluación rutinarios o encuentros para hablar de algún problema o dificultad que tenga el alumnado. Y en estas reuniones se espera cordialidad, entendimiento y predisposición para escuchar qué dirá el/la educador/a y actuar en consecuencia. Pero, ni todas las escuelas actúan igual, ni las personas que se reúnen en estos encuentros son siempre lo que se espera.
Este es el punto de partida de esta obra. Ray (Pol López) se reúne con Brian (Pau Roca) y Sarah (Carlota Olcina) para hablar sobre las dificultades de aprendizaje que tiene su hijo. Lo que empieza siendo una reunión productiva y con perspectivas de buen entendimiento, se convierte en una discusión entre los tres personajes, que acaban hablando de temas que no son meramente académicos. Y es que Sarah y Brian no tienen buenos recuerdos de la escuela -donde ellos fueron también de pequeños- y, además, se están separando, hecho que aumenta la tensión en la clase. Por otro lado, está Ray que tiene problemas personales y también ha tenido tropiezos con alguna familia de la escuela por llevar su función de maestro hasta donde él creía conveniente.
Paralelamente tenemos una clase de refuerzo que el maestro imparte al hijo y a otra niña de clase. Unas horas de estudio que significarán mucho para estas criaturas que verán en la figura de Ray el mejor aliado para aprender.
El planteamiento de esta producción tiene un gran aliciente y nos seduce al principio, sobre todo por el trabajo de los intérpretes, pero el texto se va dispersando y diluyendo hasta no quedar muy claro cuál es el objetivo de esta obra. Tiene algunos momentos cómicos, que hacen reír al público en diversas ocasiones, pero no es suficiente. Se tiene la sensación todo el rato que habrá una conclusión que englobará las dos acciones paralelas, pero no acaban de encajar bien en el resultado final.
El montaje de la trama, con los saltos entre una secuencia y la otra están muy bien encajado. La actuación de Roca y Olcina (que también interpretan a los dos niños en la clase de refuerzo) acostumbra a cambiar en un segundo y te situan fácilmente en el otro plano -como padres o como niños-. Hay cambios muy rápidos, que justo ocupan unas cuantas líneas del texto y vuelven a la acción inicial, y otros más extensos, porqué así lo pide la dramaturgia. Este ejercicio de saltos es uno de los grandes aciertos de esta obra. El movimiento de los personajes por el aula que hay en el escenario también es muy adecuado, ya que contextualiza las emociones que sienten cada uno en la línea de texto que están.
Los tres intérpretes muestran una vez más que tienen oficio y que les da igual el texto que les den, porqué siempre lo asimilan y consiguen transmitir las emociones de sus personajes. Tengo que destacar, por eso, el trabajo de Pau Roca y Carlota Olcina. Sus cambios de roles y emociones en cuestión de segundos sin dejar entrever a quién habían dado vida antes, y después volviendo al personaje inicial con la misma intensidad que lo habían dejado, es un trabajo muy preciso.
Aún así, como decía al principio, el texto que parecía que daría forma a una historia empacada, queda disperso y absorbido por las interpretaciones. Incluso en algún momento se hace largo. Dejamos de banda qué nos están narrando para disfrutar solo de los personajes. Que no está malamente, pero no era lo que esperaba cuando ha sonado el timbre y he entrado en clase.