En una entrevista a Almudena Grandes, la escritora contaba que su motivación era dar voz a las personas anónimas que, en la sombra, escribían también nuestra historia. Y es que, más allá de los libros de texto, el curso de los acontecimientos solo tiene sentido y alma cuando es narrado por sus protagonistas. Por esto, obras como las Cigarreras resultan tan vívidas y conmovedoras. En este caso nos encontramos en pleno siglo XIX – durante la caída borbónica y la instauración de la primera República – en una fábrica de cigarros que brilla por la sororidad y la lucidez de sus trabajadoras. Ellas nos cuentan sus historias personales y que, sin embargo, se enmarcan en el territorio común: amores imposibles, hijos bastardos, la lucha colectiva, la fe en Dios y en la fortuna…todo aquello universal en los que fácilmente podemos reconocernos. Y es que esta adaptación de La tribuna de Emilia Pardo Bazán envuelve al espectador hasta que, a pesar de la temporalidad que nos separa, consigue que se identifique plenamente con el entramado. Aunque el texto, no lo es todo. El papel de las protagonistas es capital en esta buscada cercanía: con su entrega y desenvoltura sobre el escenario consiguen hablar de historias humanas y no simplemente de historia.
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