Más allá de los grandes montajes que siempre es un placer tener en la cartelera de cualquier ciudad, uno de los aspectos más estimulantes del reciente auge de los musicales en Barcelona es poder disfrutar de la más arriesgada diversidad de las propuestas de salas medianas o pequeñas. Basado en la popular novela de Stephen King, Carrie es una de esas delicias poco conocidas, estrenada originalmente en Broadway a finales de los años 80, que Ferran Guiu, después de Dies normals, Tell me on a Sunday o Tick, Tick, Boom! ha tenido el buen gusto de recuperar. El espectáculo resulta una gratificante sorpresa con un alto nivel vocal, frescas interpretaciones pero también una interesante oscuridad dramática y emocional. En cierto modo, coge el relevo metafórico de El despertar de la primavera con un reparto joven que llena la escena de energía, elaboradas coreografías y un trasfondo de sufrimiento adolescente de lo más triste y conmovedor. Las carencias de la obra son esencialmente técnicas (sonido, iluminación…) pero el carisma de sus actores, el enorme talento de sus dos protagonistas (madre e hija en la ficción), la calidad musical y la profundidad de su historia compensan suficientemente sus defectos.
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