Dos reconocidos intérpretes del teatro catalán se reúnen para reflexionar sobre la vejez mientras nos comparten anécdotas de su carrera y explican el proceso de creación de esta obra.
Mont Plans, cansada de su faceta cómica, y Oriol Genís, cansado de las excentricidades del teatro contemporáneo, se reúnen en un escenario vestido únicamente con dos sillas para desnudar sus anhelos y deseos ante el público. Su objetivo era crear una pieza profunda que hablara sobre el envejecimiento, pero aseguran no haberlo tenido fácil, ya que ¿quién quiere escuchar a los viejos hoy en día?
Genís se queja de que al teatro ya no le interesa la copia, sino que busca el original, cuando eso es precisamente lo que están haciendo ellos; contarnos en primera persona sus vivencias. Además, aprovechan para reírse y parodiar al teatro de las generaciones más jóvenes, algo interesante ya que estamos más acostumbrados a ver la parodia de la vejez que la de la juventud.
La honestidad y espontaneidad de los intérpretes funciona como el engranaje que nos conduce durante toda la función, aunque en la parte intermedia el ritmo cae considerablemente. Aún así, mientras que en Las Sillas de Ionesco los dos personajes se preparan para dar un mensaje definitivo ante un montón de sillas vacías, estas dos personas-personajes lo hacen ante un público enternecido que los adora, eso se nota.