El monólogo cómico, más allá de la disciplina del stand-up que en nuestra cartelera todavía tiene pendiente modernizarse y abrirse más a mujeres y minorías, ofrece todo un universo de posibilidades aún sin explorar, en parte, por falta de interés, en parte, por un injusto desprecio al género mismo. Afortunadamente, nos van llegando, de vez en cuando, propuestas innovadoras, diferentes y arriesgadas como este Immortal que, prejuicios aparte, ha resultado una agradable sorpresa. El talento humorístico y camaleónico del actor Bruno Oro ya lo conocíamos gracias a la televisión y otras obras como Polònia: El musical. Sin embargo, es verdaderamente estimulante ver la entrega interpretativa, la energía y el acierto con el que domina el ritmo, el tono y la historia que nos explica en este espectáculo. Dirigida por Marc Angelet, también autor del texto junto a Alejo Levis, el montaje es todo un recital actoral que parte de una premisa audaz para ofrecernos todo un abanico de divertidos personajes que se enfrentan a un mundo futuro donde la muerte ha dejado de existir. Ingeniosa, bien planteada y con pinceladas existenciales, la obra incluso se atreve a desdoblar ficción y realidad aportando todavía más capas y lecturas a la ya de por sí compleja estructura. De este modo, más allá de que no todas las escenas son igual de efectivas, Angelet sabe encontrar un loable equilibrio entre la distopía, la sátira costumbrista, la reflexión filosófica y el entretenimiento ligero, con la complicidad de un actor en estado de gracia que, no sólo sostiene el conjunto, sino que lo sabe hacer funcionar a la perfección.
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