Trasladar mundos oníricos, surrealistas o definitivamente muy personales a un escenario siempre es complicado, sobre todo porque hay el peligro de caer en lugares comunes o de pecar, incluso, de cierta cursilería o de un molesto vacío. No es el caso de Saara Turunen, que tiene muy claras sus ideas y que recrea su particular universo con mano firme. No pierde de vista el mensaje o mensajes de su discurso, consigue una interpretación coherente y cohesionada, aplica una estética retro que favorece el conjunto y hace un habilidoso uso de la iluminación y el espacio sonoro.
Entrar en el mundo de Turunen puede resultar complicado, o cuando menos puede desconcertar al espectador más acostumbrado a historias realistas y muy masticadas. La directora, en cambio, nos invita a volar y a dejarnos llevar por escritoras bigotudas, animales que hablan y almas que se separan del cuerpo y tienen vidas independientes. A pesar de que la forma nos pueda confundir, se identifican muchos de los problemas que rodean a la mujer dentro de nuestra sociedad, así como muchas cuestiones sobre el hecho de amar y ser amado. Una pieza imprescindible de la presente temporada teatral.