La compañía Projecte Ingenu lleva desde el 2013 adaptando su peculiar estilo, que ellos denominan slowtheatre, a clásicos como Romeo y Julieta, Hamlet, La Tempestad (Vaig ser Pròsper), Fausto (Infaust), Yerma, etc. A partir del entrenamiento y la investigación actoral han conseguido encontrar nuevos caminos a obras que todos conocemos y que a menudo llevan muchos estereotipos añadidos. Es realmente meritorio haber sabido dar un tumbo a algunos clichés y haber creado un estilo propio que ya empieza a definirlos. Es cierto que no siempre han acertado con la fórmula, pero es que no habría mérito si no hubiera riesgo y valor escénico.
Estas Bodas de sangre parten de un tipo de trabajo similar al de otros proyectos del grupo. Nos encontramos con una versión libre, y abreviada, de la obra de Lorca, y un montaje escénico que juega con proyecciones videográficas, la música en directo y -en esta ocasión- el baile flamenco. Aparte de la historia ya de todos conocida, también se intercalan otros textos del autor granadino y un pequeño homenaje a su figura, y a su triste final. Bien es verdad que los elementos encajan y que el espíritu lorquiano aparece de vez en cuando… pero, ¿qué es el que hace que esta función no acabe de ser redonda? Yo creo que el teatro de Lorca, y en especial sus personajes, salen de las entrañas y de la tradición popular. En el momento en que aplicamos un trabajo casi de entomólogo y no dejamos paso a la pasión y al arrebato la obra se nos puede escapar de las manos. Aun así, hay momentos estéticamente inmejorables, casi todos protagonizados por el bailarín Jesús Blanco.