Volvemos con el espectáculo que se presenta conjuntamente en el Tantarantana y en el Centre de las Arts Lliures, pero esta vez desde el punto de vista de los jóvenes. Se trata de unas cuántas escenas de la obra Blank, de Alice Birch, un compendio de 100 pequeños relatos sobre familias desestructuradas y con problemas. Un retrato realmente pesimista de nuestra sociedad, con personajes que fluctúan entre la desesperanza y la violencia. Si en la parte de los adultos nos encontrábamos con temas como el suicidio, la soledad o la pérdida, aquí encontramos sobre todo los efectos del bullying, la autodestrucción o la incomprensión. Escenas donde aparece, de vez en cuando, la ironía o un extraño sentido del humor, pero que en realidad combinan bastante bien con los dramas protagonizados por los adultos.
Si en la obra del Centre de les Arts Lliures nos encontrábamos un cuarto de estar, con su sofá y un cuadro en movimiento que nos trasladaba a un tipo de paisaje, aquí encontramos todo lo contrario. La sala se ha convertido en una especie de descampado en las afueras, del sofá solo quedan los restos y el cuadro nos muestra ahora unos dibujos infantiles que van transformándose en formas cada vez más abstractas y siniestras. Por un lado, el confort o la estabilidad, y por otro la inseguridad ante lo que tiene que venir.
La dirección de Marc Chornet se basa sobre todo en un trabajo interpretativo que sale de las entrañas, más que de la razón o el análisis. Un trabajo que bucea en la violencia –física y verbal- y que intenta extraer verdad y rabia del joven reparto que protagoniza la pieza. A veces se sale con el propósito, a veces se adivinan las intenciones, y en otros momentos asistimos perplejos a unas coreografías que poco aportan o que bien no se acaban de comprender.