A veces olvidamos, dejándonos llevar, seguramente, por modas televisivas, que existe un formato de monólogo teatral con infinitas posibilidades. Blanca desvelada explica una historia que bien podría ser una obra de gran presupuesto o una película con la particularidad de que todos los personajes están interpretados por una sola actriz. De este modo, Alejandra Jiménez-Gascón, autora también del texto, presenta un montaje (aparentemente) muy personal que es toda una montaña rusa de emociones, demostrando su infinita capacidad interpretativa a todos los niveles: cuerpo, voz, acentos y sentimiento. Ayudada sólo por un pequeño banquito, resulta alucinante el viaje narrativo, separado en dos líneas temporales, donde dos mujeres de épocas diferentes comparten una misteriosa unión que, a lo largo del espectáculo, tendrán que desentrañar. La directora Montse Bonet ha sabido aprovechar todo el talento de su protagonista explotando hasta las últimas consecuencias su versatilidad, su vis cómica, su naturalidad, su carisma y su fantástica presencia escénica. Jiménez-Gascón es una actriz absoluta: la obra es ella. A través de su gesto y su mirada, podemos ver una infinidad de escenarios, tanto exóticos como cotidianos, sin ni siquiera tener que esforzarnos. La propuesta hace parecer fáciles planteamientos que, en otras circunstancias, nos parecerían imposibles. Es la magia del teatro puesta en práctica sobre un escenario desnudo. Un trabajo espléndido.
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