Esta interesante propuesta de Pablo Rosal dirigida por Ferran Dordal, es una especie de fotonovela escénica en la que Rosal, único intérprete en escena, narra la historia de una investigación conforme se proyectan imágenes ilustrativas de lo narrado.
El espacio sonoro, la cadencia de la voz de Rosal y el estilo visual de las fotografías generan una ambientación muy efectiva propia de las películas clásicas del género noir. Esta ambientación se combina con un relato lleno de clichés reconocibles – un detective solitario, una conversación en un puticlub, una escena del crimen llena de pistas, etc. – para rendir homenaje, e incluso parodiar, al género negro.
La investigación del crimen es en realidad una excusa para lanzar rotundas sentencias que cuestionan los paradigmas contemporáneos. No es casualidad que la víctima sea un fotógrafo de gran éxito en la era analógica que no supo adaptarse a la era digital, por ejemplo. Este discurso incrementa el aire poético y nostálgico de la pieza.
Cabe destacar el acierto del dispositivo visual que permite poner en escena – o más bien en pantalla – la escena del crimen, reconstruyéndola una y otra vez según los diferentes testimonios de cada personaje, cosa que activa al espectador y nos permite analizar las pistas al mismo tiempo que el propio protagonista. En lo que se refiere a la construcción de personajes, se echa en falta un poco más de caracterización, ya que algunos de ellos resultan demasiado similares entre sí tanto por su comportamiento como por su forma de expresarse a lo largo de la trama.
En definitiva, Asesinato de un fotógrafo es una pieza original, efectiva y poética que rinde homenaje al género negro, aunque a veces parece apostar más por las reflexiones nostálgicas y elaboradas que por las propias artimañas narrativas del género.