Esta producción abre la puerta a una reflexión sobre una vida y también sobre la propia muerte. En este espectáculo se muestra al público las últimas conversaciones que mantuvieron el director de la obra, Àlex Rigola, y la dramaturga Alba Pujol, con el padre de esta, el profesor de economía Josep Pujol, durante las sesiones de quimioterapia de los últimos meses de su vida. El texto nos traslada, para empezar, a un juego propuesto por Rigola en que Pujol tenía que hablar sobre unos conceptos concretos, podían ser definiciones o aquello que le viniera a la cabeza. Conceptos como el amor o la historia, entre otros, y también reflexiones sobre cómo actuar para tener una vida mejor, cuáles eran los reproches que se hacía el paciente y cuáles eran los recuerdos que guardaba con una sonrisa
Encima del escenario Pep Cruz, dando vida a las palabras de Josep Pujol, y Alba Pujol, haciendo de ella misma. En la pantalla, impreso en letras, los conceptos que lanzaba Rigola durante sus conversaciones.
Lo que se tiene que destacar por encima de todo de esta obra es la valentía –y también generosidad– de Alba Pujol por compartir con el público unos momentos tan delicados e íntimos, conversaciones crudas y también divertidas que pasaron durante los últimos días de la vida de su padre.
Por un lado, podemos reír de discusiones que tenían sobre el futuro laboral de una dramaturga como ella – él siempre quiso que hiciera un espectáculo de payasos-, pero, por otro, también estamos presenten cuando hablan de los recuerdos mutuos que tienen de su relación y que repasan en la consulta, o cuando hablan de cómo será el funeral de Pujol, cada vez más cerca. Es una intromisión en su vida personal, su intimidad, como si miráramos por el agujero de la cerrada de la puerta donde están reunidos conversando. Y eso crea pudor, angustia, dolor y también complicidad. Todo al mismo tiempo. Porqué sentimos empatía por no y otro ante sus reflexiones y miedos. Porqué sonreímos cuando vemos la complicidad tan especial que han forjado con el paso de la vida. Porqué envidiamos como afrontan un momento tan doloroso.
Aunque es un texto crudo y duro, hay momentos divertidos, donde se escapan risas y sonrisas, un reflejo de la vida. Y también hay momentos que se encallan en la narración, un ejemplo es un vídeo de un médico que sale en el montaje teatral, en el contenido es importante, pero se hace demasiado largo para el espectador que llega a desconectar ante un discurso largo y monótono.
Difícil tarea para Pep Cruz la de interpretar al padre a su compañera de escenario, pero pasa el examen con nota, la química y el afecto entre los dos se siente desde el primer momento. Se nota la complicidad y la estima, y esto hace que el público conecte más con los dos y su historia.
La puesta en escena es sobria y cuidada, tal y como tiene que ser. La fuerza de este espectáculo está en el texto y en las emociones que transmiten sus intérpretes, y no se necesita nada más.