Alex Rigola pone en escena las reflexiones y conversaciones que la actriz Alba Pujol tuvo con su padre en sus últimos meses de vida. Una pieza que ante todo rebosa verdad y un tremendo ejercicio de valentía por parte de la actriz, que logra emocionar al público por su sinceridad y fragilidad.
La propuesta escénica es sencilla y sobria en formato de conferencia. En la pantalla se proyectan las preguntas que el director lanza a Alba y a su padre, conduciéndonos a través de este collage filosófico lleno de referentes como Lacan, Sartre, los hermanos Cohen, Steve Jobs, Peter Handke y muchos más. La obra hace una dura crítica al individualismo, mostrando la vida, e incluso la muerte, como una experiencia colectiva.
Los dos intérpretes logran transmitir la conexión que tenía Alba con su padre, interpretado por Pep Cruz, quien realmente es el único intérprete que no se representa a sí mismo. Es por ello que lleva un guion en la mano, como si de una lectura dramatizada se tratara, y aunque prácticamente no hace uso de él parece que Rigola trata de recalcar así la sinceridad de la propuesta.
La obra cierra con el poema de Peter Handke que dice “cuando el niño era niño, tiraba una vara como lanza contra un árbol y ésta aún sigue ahí vibrando”. Sin duda Alba Pujol sigue vibrando en el escenario, y por cómo lo hace esperamos que siga haciéndolo por mucho tiempo.