La ficción contemporánea, de manera casi irremediable, está condenada a hacer desaparecer los géneros. Cada vez vemos, de forma más habitual, tanto en cine, teatro o televisión, cómo las comedias o las tragedias han dejado de ser puras, así como el terror, la ciencia ficción o los musicales. Hoy en día, los géneros se están mezclando cada vez más, acercándose así a la realidad, cosa que tiene todo el sentido, puesto que la sociedad es compleja mientras que los géneros se inventaron por razones comerciales. Aquella nit sería un buen ejemplo de este mestizaje contemporáneo. A priori, la obra es difícil de definir. En parte, es una comedia romántica, pero, por otro lado, un drama amargo sobre la crisis de los cuarenta (con pinceladas filosóficas), aunque también tiene elementos de thriller tarantiniano. A pesar de la originalidad de la propuesta y el indudable carisma y complicidad de sus dos espléndidos protagonistas (Marta Bayarri e Iván Massagué), estas tres caras del montaje no funcionan de igual manera. La música en directo ayuda en los momentos más íntimos y bonitos, a la naturalidad y, por lo tanto, la historia de amor es lo que resalta más del conjunto. En cambio, el tono áspero de la parte dramática se hace más pesado por su negatividad y, en vez de compensar la vertiente edulcorada, lo que hace es generar cierta antipatía. Además, algunas estridentes decisiones de la dirección de David Selvas tampoco ayudan a hacer que la historia fluya dentro de su lógica interna. Por su parte, la trama mafiosa tiene su gracia hasta cierto punto pero acaba resultando prescindible. Por lo tanto, a pesar de que la mezcla de géneros es casi la norma hoy en día, no siempre funciona de manera equilibrada. Aun así, los personajes de la pieza se hacen querer y generan interés, hasta el punto de compensar en gran parte las otras carencias del espectáculo. Y la música. Cuando suena la música, te olvidas de todo.
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