No sabría decir en qué momento se forjó el concepto de comedia romántica moderna, pero está claro que el cine ha tenido mucho que ver. Bajo esta idea encontramos, sobre todo, comedias donde la música es esencial y donde los protagonistas pasan por una serie de graciosas trabas hasta llegar a alguna revelación trascendental. Si encima añadimos una subtrama al estilo de Tarantino o Guy Ritchie, el aspecto lucirá de lo más moderno e incluso hipster. Aquella nit no escapa a ninguno de estos elementos, sino que además los enfatiza con rotulados innecesarios y unos narradores que entran y salen de los personajes cuando les conviene. De hecho, sus autores (David Graig y Gordon McIntyre) han querido crear un producto fresco, enfocado a un público más o menos joven y con una cultura más cinematográfica que teatral.
Esta versión que nos traen David Selvas (director) y Cristina Genebat (traductora) funciona a ratos, sobre todo cuando se presenta a los personajes o cuando realmente profundizamos en sus problemas. El resto resulta poco trascendente e incluso superfluo. Los diálogos son ligeros, a ratos brillantes, pero cuando sales tampoco recuerdas ninguna intervención concreta… aparte de que toda la trama de falso thriller resta credibilidad al conjunto. De la parte musical esperaba algo más, puesto que me imaginaba que sería más decisiva para la trama o para la evolución de los personajes, y lejos de esto solo queda como un fondo atractivo que acompaña a la pareja en su viaje. Tampoco he entendido la escenografía -realmente poco aprovechada- pero sí valoro muy positivamente la energía de Marta Bayarri y Iván Massagué, dos actores que no vemos demasiado a menudo por nuestros escenarios.