Estrenado en Broadway en 1975, originalmente, A Chorus Line supuso una ruptura con el tipo de historias que llevaban explicando los musicales a lo largo de varias décadas. Por primera vez, no se seguía la trayectoria de un aspirante a artista que acababa logrando el éxito sino que es ponía el foco en aquellos actores, bailarines y cantantes que son imprescindibles en toda industria pero nadie se para a pensar que también ellos tienen sus vidas y que, igualmente, pueden ser muy interesantes, aunque nunca estén en primera línea.
La elección de este espectáculo para inaugurar su teatro ha sido todo un acierto por parte de Antonio Banderas. No solo por la calidad del mismo, sino por su valor simbólico. A pesar de que en Barcelona hemos visto el personaje interpretado con gran entereza por Pablo Puyol, Banderas encarnaba un director escénico que, enseguida, deja que el resto del elenco ocupe el escenario en solitario. Un poco lo que él pretende hacer con su proyecto en Málaga.
Hay que tener en cuenta, de todas formas, las peculiaridades del espectáculo. Se trata de una especie de audición de más de dos horas con canciones y bailes que sucede a tiempo real, sin entreacto, hasta la elección final de los escogidos para formar parte del coro de bailarines y cantantes de un supuesto nuevo musical. Pero aceptando que esta es la consigna, tanto desde el punto de vista musical como coreográfico, estamos ante una pieza espléndida. Danza y música en estado puro, con momentos muy emocionantes y un magnetismo que otros musicales más convencionales no tienen. Una experiencia única y, por momentos, maravillosa.