Potente texto de Sarah Kane con una puesta en escena minimalista que trata los habituales temas de la dramaturga inglesa como son la soledad, los abusos, la desesperación o el dolor. La directora Loredana Volpe decide subrayar y poner en valor la fuerza del texto, dejando que sean las palabras desnudas las que hagan todo el trabajo. Además, los cuatro intérpretes se colocan alrededor de un violinista que ayuda en la creación de un ambiente tenso y un tanto siniestro.
No se trata de una obra fácil, ya que plantea un escenario tremendamente difuso. Más que un diálogo entre cuatro personajes, se trata de cuatro monólogos simultáneos que en algunos momentos resultan ser uno único. No se define ningún espacio, no se construyen personajes, los movimientos en escena están reducidos al mínimo, no hay acción, la palabra es la única acción. Esta idea va ganando fuerza hasta que en la parte final las luces del escenario se apagan y quedamos a oscuras mientras seguimos escuchando el texto de la obra, como si fuera una voz interior. La palabra lo es todo.
Sin duda una propuesta interesante para los que consigan conectar con la fuerza del texto pero que puede parecer un tanto fría y confusa para otros. Sea como sea, esta valiente puesta en escena nos vuelve a lanzar la voz de Sarah Kane a la cara, y eso siempre se agradece.