A pesar de que la importancia y la influencia de Sarah Kane en el teatro contemporáneo, especialmente en el mundo anglosajón, ya ha sido reconocida por varios estudiosos del arte dramático, cuesta todavía ver en Barcelona montajes que se atrevan a llevar a escena alguno de sus textos. Por este motivo, hay que celebrar la valentía, en este caso, de la directora Loredana Volpe para arriesgarse a dar forma escénica a Ànsia (Crave), una obra de una gran complejidad, casi inédita en nuestra ciudad. Volpe ha optado por entregarse al texto, un poema enfermizo a cuatro voces intercaladas, y dar todo el protagonismo a las palabras y su musicalidad. Se trata de una apuesta difícil (teniendo en cuenta que Kane siempre supone un gran reto) y, entre que lo que se pierde por la traducción y que muchos de los referentes británicos que utiliza no son fáciles de captar por el público de aquí, podríamos decir que su efectividad es solo parcial. El espectáculo es, sin duda, interesante, curioso, sorprendente y atrayente; también, limpio, mesurado y con un audaz uso de la música. Sin embargo, algunos espectadores lo pueden encontrar confuso, inaccesible, poco emocional e, incluso, denso. En cualquier caso, la fuerza de Kane trasciende siempre por encima de todas las cosas y, por lo tanto, estos mismos espectadores pueden quedar impactados por muchas de las frases que pronuncian los actores, aunque el contexto les pueda resultar disperso.
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