Los sueños son aquello que empuja al ser humano a ver un futuro. Quizás en la infancia son más simples o fantasiosos, pero con los años estos se convierten en objetivos o deseos más o menos alcanzables. Hay que se cumplen a pesar de las dificultades y los obstáculos, otros quedan para siempre en el horizonte de las posibilidades.
Greta sueña con ser dibujante de películas de animación. Lleva toda la vida deslumbrada por lo que pueden provocar estas cintas en la mente no solo de los más pequeños, sino también de los adultos que se sientan en una butaca de cine. Trabajando en la tienda de zapatos familiar con su hermana en un pequeño pueblo americana sabe que no conseguirá su objetivo, así que se embarca en una aventura hacia Hollywood donde espera poder trabajar en los estudios más importantes del momento. No esperaba, por eso, que ser mujer fuera un hándicap en los años 30. ¿Encontrará la manera de hacerse un sitio en la industria?
El gran reto de esta producción era hacer un musical a gran escala en catalán y, en cierta manera, lo han conseguido. Una escenografía magnífica, mecanizada y llena de detalles que ayudan al relato ponen el marco ideal para una obra de estas características.
La música, compuesta por Adrià Barbosa y Abel Garriga, está basada en ritmos jazzísticos y de swing, a excepción de algunas canciones del inicio que recuerdan queridamente a clásicos de Disney, hecho de otorga un aire fresco y con muy buen gusto por las canciones que conforman el musical. Una atmosfera que invita al público a entrar en el ambiente de la época poco a poco y de manera completa.
En medio de este cuadro ideal para la exposición de la historia, se encuentra un reparto muy estimulante y talentoso, aunque a veces infraexplotado. Paula Malia está estupenda y brilla en cada aparición, natural y entregada a Greta muestra sus anhelos y su determinación. A pesar de esto, le falta una canción, un solo, de lucimiento que acabe de explosionar su personaje. Oriol Burés como Walt también tiene un arco interesante, que no acaba tampoco de redondearse, aunque tiene algunos de los momentos musicales más espectaculares. Diana Roig, Aina Sánchez o Víctor G. Casademunt, entre otros, también tienen un pequeño momento destacado, pero no se llega a profundizar mucho en sus personajes, dejando historias que parecen atrayentes a medio explicar.
Es un musical atractivo, pero que se pierde en el relato. Una historia que parece alargada de más durante las 3 horas que dura el montaje. Quizás esta narración, aunque preciosa en la parte visual y musical, no era la adecuada o hacía falta poner un poco el foco en algunas historias paralelas para alimentar de más contenido la narrativa.
Con todo, felicidad ante una producción arriesgada y valiente que apuesta por un género que a veces queda olvidado ante el teatro de texto. Los musicales son una locura que apasiona y hace falta seguir cultivándola.