Colosal catedral del teatro contemporáneo

Àngels a Amèrica

Àngels a Amèrica
02/11/2018

Àngels a Amèrica es una colosal obra escrita por Tony Kushner sobre la epidemia del SIDA en la comunidad gay norteamericana de los años 80. Escrita en dos partes, esta adaptación ha optado por reducir la duración de ambas para hacerla más “digerible”. En cualquier caso, la extensión de la obra permite el desarrollo de unos personajes con unos arcos dramáticos increíbles.

Se trata de una historia coral que presenta diversas líneas argumentales. Partiendo de la relación de dos hombres, uno de los cuales es diagnosticado de SIDA, la obra introduce varias subtramas que posteriormente llegan a cruzarse entre sí. Así, conocemos a un amplio abanico de personajes representado por un elenco de actores que, a pesar de cometer el grave error de invisibilizar a una minoría social representada en la obra, dan vida a unos individuos llenos de matices.

Son los encargados de poner sobre el escenario temas tan universales como la justicia, la religión, la ética, el amor, la culpa, la locura, la lealtad, el racismo y un largo etcétera. Es tan ambiciosa y enorme esta obra que el propio director, David Selvas, la define como “una de las catedrales del teatro contemporáneo”, y creo que no podría definirse mejor.

Más allá de un retrato generacional sobre el SIDA, Àngels a Amèrica es un canto a la voluntad de vivir. Sus personajes luchan por sobrevivir en un mundo donde las normas (ya sean jurídicas, religiosas o amorosas) están en conflicto directo con sus identidades. Por eso, en plena época Reagan, sueñan con la llegada del nuevo milenio y con una sociedad donde estas rígidas paredes caigan, literalmente.

Pero las paredes no solo caen metafóricamente sobre el escenario, también hay un juego constante con la ruptura de la cuarta pared. A través de discursos directos al público, diversos diálogos desde las butacas y la exhibición constante de los camerinos donde los actores descansan, la obra nos recuerda que estamos ante una representación teatral.

Son numerosas las escenas que pertenecen a la mente de los personajes. Como es el caso de Prior y las apariciones del ángel, Harper y sus delirios escapistas o Roy y sus conversaciones con la difunta Ethel. De este modo, la imaginación o la capacidad de crear se presentan como un arma de doble filo a la hora de escapar hacia delante y construir nuestra propia realidad.

Todas estas escenas oníricas están perfectamente construidas a base de unas interpretaciones magistrales y un despliegue de medios capaz de cortar el hipo a cualquiera. Efectos especiales, una selección musical que funciona a la perfección y proyecciones de vídeo tanto en directo como en diferido nos recuerdan que los límites del espacio escénico son inexistentes.

Esta inmensa obra de arte llega directa al corazón de los espectadores para recordarles que el impulso de progreso es inherente a los seres humanos y que quedarse quieto no sólo es imposible, sino que además, no sirve para nada. Porque como dice el propio texto “el mundo siempre va hacia delante”.

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