Una de las características más representativas del teatro de Shakespeare es su amplitud de facetas. Tan grande es el alcance de su obra (desde las tragedias más solemnes y trascendentales pasando por las comedias más festivas o dramas históricos de peso) que, incluso, existen teorías que defienden que fueron escritas por diferentes personas. Amor i Shakespeare, con un espíritu entre lúdico y didáctico, hace una recopilación de la cara más amable del dramaturgo inglés, fusionando en un solo espectáculo Los dos caballeros de Verona, Mucho ruido y pocas nueces y Trabajos de amor perdidos. La apuesta era arriesgada pero la excusa del teatro dentro del teatro y su predisposición al entretenimiento la dejan libre de pesadas pretensiones intelectuales que podrían haberla lastrado.
En este sentido, la dramaturgia a cargo de Guillem-Jordi Graells sabe cómo equilibrar el cúmulo de tramas amorosas y líos para hacer digerible el plato y conseguir que todo se entienda y esté bien dosificado. Hay que tener en cuenta que un buen reparto de actores y actrices con las tablas de Jordi Boixaderas, Joel Joan, Ariadna Gil, Mercè Pons, Àlex Casanovas o Rosa Renom, entre otros, suma muchos puntos a favor para que la maquinaria funcione: los gags, el ritmo, los diálogos, las reacciones…
Sin embargo, resulta inevitable una cierta sensación de zapping shakespeariano que, si bien se ha construido con respeto y dirigido con buena mano por parte de Josep Maria Mestres, no deja de oler a producto de mercadeo que busca vender entradas. Por lo tanto, a pesar de la simpatía del montaje, en realidad, no aporta nada que no podría aportar cualquier comedia de Shakespeare por sí misma. Quizás el público todavía no ha aprendido que las obras de este maestro victoriano son, en esencia, de vocación popular y, así, inherentemente comerciales. Si es así, quizás habría que encontrar la manera de hacérselo saber a la gente sin necesidad de recurrir a este tipo de fórmulas.