La historia silenciada

Amèrica

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07/12/2022 - La Villarroel

El pasado es lo que ha construido nuestro presente. Las decisiones, las actitudes, los negocios que se hicieron han acontecido en todo lo que hoy día nos rodea. Quizás no podemos asumir la culpa de algunos de los actos cometidos en nombre del progreso y la libertad, pero sí podemos trabajar para no olvidarlo y que se conozcan todos los hechos -incluso los más deplorables- para saber de dónde venimos y que eso cree una consciencia colectiva.

Esta obra presenta una asignatura pendiente, nos trae un texto que habla sobre la herencia esclavista catalana silenciada, sin trapujos y haciendo reflexiones desgarradoras. Parte de una familia burguesa catalana que tiene en sus establos el horror del tráfico de personas, un pasado que ha construido los beneficios de los cuales disfrutan en la actualidad y una estela que continúan perpetuando, aunque de una manera menos visiblemente horrorosa. En la celebración del cumpleaños del hijo de la familia -y futuro heredero- una visita inesperada removerá y sacará a la luz la verdad de la historia familiar. Reproches, justificaciones y una lucha encarnizada por no dejar nada enterrado.

El texto es desgarrador y no deja respirar ni un solo momento, juega con el paralelismo entre el pasado y el futuro, subiendo la tensión en cada segmento de la obra. La destreza en la dirección de Julio Manrique consigue que la transición en los saltos temporales sea natural, una escena se traslada de época sin darte cuenta hasta que los personajes dan voz a las palabras. En estos cambios de escenario tiene un papel primordial el gran trabajo de los intérpretes. Joan Carreras y Tamara Ndong pasan de sus personajes del presente a los del pasado sin, aparentemente, ningún esfuerzo. La carga dramática está, pero parece que desaparece de golpe cuando se trasladan a otra época, para después volver intacta al escenario cuando reanudan aquella escena abandonada minutos antes. Un trabajo increíble de contención y mantenimiento de la emoción en cada salto de escena.

El reparto está impecable, no solo Carreras y Ndong nos trasladan a las emociones primitivas de sus dobles personajes, Mireia Aixalà nos divierte y nos conmociona con su Cristina y, incluso, Aida Llop nos descubre una Paula muy interesante, con aportaciones minúsculas pero que crean puntos de inflexión.

La puesta en escena es sobria y austera. Tosca y presente. Pocos elementos que ayudan a la narrativa dura y sin miramientos. En las proyecciones audiovisuales y el montaje sonoro encontramos la huella indiscutible de Manrique, siempre con una visión acertadamente cinematográfica que ayuda a trasladar al escenario producciones teatrales complejas y muy cargadas de significado.

No es una obra fácil por toda la carga emocional e histórica que representa, porqué siempre es mejor mirar al pasado por aquellos hechos que nos aportan grandeza y orgullo, pero es más necesario que nunca también dar voces a los episodios más oscuros. Todo nos ha construido como sociedad y es hora que se haga accesible a todo el mundo. Una lección teatral en muchos aspectos y una experiencia imprescindible.

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