Alan podría estar a medio camino entre el teatro familiar, el musical de pequeño formato e incluso el teatro divulgativo para adolescentes. Quizás tiene un poco de cada, a pesar de que también es teatro reivindicativo y comprometido. De hecho, la obra se basa en la vida de Alan Montoliu, que se quitó la vida en la Navidad del 2015 después de sufrir transfobia en el instituto de Rubí donde estudiaba (no fue el único centro escolar en el que tuvo que sufrir bullying). El montaje, por lo tanto, tiene la clara voluntad de recordar la figura del chico y de denunciar la tremenda presión social que tuvo que soportar durante su corta vida.
Pero lejos de recrearse en el drama, este montaje teatral tiene la gran virtud de dar una visión optimista y luminosa de la vida de Alan y de su familia. El apoyo entusiasta de la madre y los pequeños triunfos conseguidos (fue el segundo menor transexual de Cataluña que vio aprobado su cambio de nombre en el Registro Civil) hacen que veamos la historia con los ojos de un futuro más justo y esperanzador. Las canciones, por su parte, también buscan la parte más sensible y no la más dramática. Incluso momentos como el de la separación con su pasado o el de la muerte se producen de forma más poética que trágica.
El otro gran acierto es la interpretación de Ander Mataró, que aguanta todo el peso del espectáculo a pesar de su juventud. Lo acompañan con solvencia la niña Vinyet Morral, Patricia Paisal –magnífica en el papel de madre, a pesar de un exceso de entusiasmo en las escenas iniciales- y Cisco Cruz. Un reparto solvente para un montaje que se tendría que ver en todas partes, y con público de todas las edades.