Con la fuerza que el propio nombre de la compañía promete, El Martell presenta en su segundo espectáculo un variado compendio de escenas relacionadas con temas como la violencia o la injusticia. El espíritu de denuncia política y social de la propuesta es efectivo y sirve como recopilación de tristezas que se han sufrido y se sufren en todo el mundo desde hace siglos. La dramaturgia de Laia Alsina i Ferrer está construida como una especie de caleidoscopio en el que se mezclan todas estas situaciones terribles que, finalmente, desembocan en un grito de malestar colectivo bastante catártico. El problema es que el abanico resulta tan amplio que su pretendida contundencia acaba por diluirse en su propia diversidad. No es fácil hablar, en un solo espectáculo, de violaciones, pelotas de goma, la guerra, el paro, la precariedad laboral, la lucha urbana, la inmigración, la pobreza o los trastornos alimentarios sin transmitir una cierta dispersión. En cualquier caso, el trío protagonista hace un trabajo espléndido a la hora de defender este montaje de vocación no realista, con pinceladas de humor absurdo, contenido poético y un peso importante de la expresión corporal. En este sentido, es bueno mencionar el magnetismo del actor Martí Salvat cuya formación en teatro físico junto con una buena técnica vocal y su experiencia en espectáculos de calle lo hacen destacar especialmente. Así, a pesar de que se puede echar de menos más emotividad en algún momento, Ah! (Judit) funciona en su vertiente ética, estética y política, llevando a escena la voz de los oprimidos, cosa que nunca dejará de ser valiosa y necesaria por sí misma.
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