La lucidez de la distopía

1984

29/12/2013

El año 1948, George Orwell escribió la novela de ciencia-ficción, probablemente, más lúcida y visionaría de todo el siglo XX. El hecho es que, no por casualidad, la tituló 1984, invirtiendo las dos últimas cifras del año en que la creó. Las historias futuristas, contrariamente al que se acostumbra a pensar, no hablan del futuro sino del momento presente en que son concebidas. A través de la exageración y el pesimismo, intentan hacer una radiografía de los males de su época, proyectándolos en una versión avanzada de ellos mismos. La grandeza de 1984 es la sorpresiva clarividencia de Orwell a la hora de señalar los puntos más oscuros de su sociedad. Muy marcado por los totalitarismos de los años cuarenta, tan grande fue su acierto, pero, que todavía hoy en día estremece comparar ficción y realidad por las grandes similitudes conceptuales que el poder (gobiernos, multinacionales, bancos, medios de comunicación, etc.) ha desarrollado en relación a la filosofía del Gran Hermano. La versión teatral del libro, adaptada por Michael Gene Sullivan y dirigida por Victor Alvaro, tiene como mejor virtud la fidelidad a su espíritu, contenido e impacto. No era una tarea fácil. De hecho, la primera parte del espectáculo anda sobre un terreno un poco pesado, debido a la naturaleza propia de la historia (concebida como novela). Pero, tanto la dramaturgia como la puesta en escena han encontrado suficientes recursos como para no sucumbir a su densidad. No obstante, cuando aparece el personaje de Carles Canut (O’Brian), la obra vuela verdaderamente con vida propia hasta su estremecedor final. La gran cantidad de ideas sugerentes que contiene el relato (y que la adaptación respeta), como la nuevaparla, la policía del Pensamiento o los pensacrimenes, dan para reflexionar todo el que queramos; y esto es tan sano como necesario en la vida y en el teatro. Actualmente, por desgracia, las críticas al sistema dibujadas por Orwell son, en esencia, una realidad (a pesar de ser mucho más sutiles y sofisticadas), y, por lo tanto, su visionado (o su lectura) es, ahora más que nunca, imprescindible.

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