A pesar de que este es un Mamet aparentemente ligero y de la primera época, muy alejado de dramas como American Buffalo, Edmond o El criptograma, se adivina la tendencia por la concreción y por todo el que se esconde detrás de los diálogos, a veces intrascendentes o puramente anecdóticos. La obra, que ya desde su título explícito nos anuncia un homenaje al mundo actoral, enfrenta en el escenario a dos intérpretes de diferentes generaciones. Tenemos el joven (Dafnis Balduz), una página en blanco ávida de aprender y perfeccionar su método, y el veterano (Enric Majó), que empieza su declive y experimenta hacia el otro una mezcla de admiración y celos. Una relación forzada e interesada que se nos presenta con escenas muy cortas, algunas de ficción (las más divertidas) y muchas de camerinos o de puertas adentro (las más jugosas y realistas).
El montaje de Moisès Maicas conserva el espíritu del autor, a pesar de que a veces tropieza con tanto cambio de mobiliario y acaba lastrando un ritmo que tendría que ser mucho más ligero. También se pierden algunos matices y sutilezas, auténticos baluartes del estilo Mamet, pero el trabajo de dos actores tan solventes contribuye a que disfrutemos de esta fiesta teatral. Una fiesta que también sirve para homenajear los 50 años de carrera de Enric Majó, alrededor del cual la AISGE (Asociación de Actores e Intérpretes) ha organizado una serie de interesantes jornadas de reflexión con diferentes generaciones de actores, autores y directores.