La culpa y la venganza son elementos que, desgraciadamente, se traspasan de generación en generación a través de relatos distorsionados sobre la realidad. Esta manipulación emocional comporta una carga innecesaria a los descendientes y desencadena una sucesión de odios sin sentido ni final.
El texto de Wajdi Mouawad se focaliza en Eitan y la relación con su familia cuando les comunica que sale con Wahida y no lo ven con buenos ojos. Él judío y ella árabe, parece que la historia de su pueblo pesa más que la realidad que viven ellos dos. Cuando la pareja decide hacer un viaje a Israel se detonará una verdad que hacia décadas que estaba escondida, y la búsqueda de la propia identidad ganará terreno a marchas forzadas.
Mouawad tiene una capacidad increíble para profundizar en los conflictos latentes que afectan de manera desmedida a poblaciones enteras. Consigue plantear la trama sin juzgar, al mismo tiempo que expone todas las opciones y opiniones dejando en evidencia incongruencias y malentendidos que se dan por buenas en esta época de la desinformación. Su lenguaje es directo y poético, sensible y reflexivo, y Cristina Genebat hace un gran trabajo en la traducción de su texto.
El tándem Mouawad y La Perla 29 es ya un clásico, parece que esta compañía es la que mejor sabe leerlo y llevarlo a escena. A través de la dirección de Oriol Broggi los elementos visuales y el montaje escénico, acompañan a la espectadora en un viaje hipnótico que atrapa y golpea cada segundo de la historia.
Miriam Moukhles es un nombre que se tendrá que recordar que ahora en adelante. Su interpretación de la Wahida es sublime, intensa y llena de vida. Se respiran y se sienten cada una de las palabras que esta neoyorquina de origen árabe. Su fuerza, su magnetismo obliga al público a no apartar la mirada ni tan solo cuando queda relegada a un segundo plano en el escenario. En sus interacciones con el resto de personajes, alungas de una honestidad y brutalidad extremas, es Moukhles quien destacada y arrastra a la espectadora a sus ojos, a su miedo, a su desconcierto. Una auténtica maravilla de interpretación.
Y si alguien pensaba que Joan Carreras no le podía sorprender, se equivocaba. En su papel de padre defensor de la tradición y la familia judía, fundamentada en el desconocimiento de la propia identidad, hace temblar el escenario, el patio de butacas y el alma de toda persona presente en la Biblioteca. Su pasión, vehemencia y seguridad se transmite en cada palabra, al igual que su odio y rencor. En algunos momentos su discurso además de incomodar, provocar temor y rechazo, exactamente aquello que el autor del texto, seguramente, busca.
Guillem Balart, Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Marissa Josa, Xavier Ruano y Clara Segura acaban de conformar un reparto que se deja la piel en cada representación, y en sus caras compungidas y llenas de lágrimas al final de la función se puede ver la dureza de la obra.
Se trata de un viaje difícil y doloroso, que hipnotiza y estruja el interior de la espectadora, que abre los ojos a mundos desconocidos de los cuales se tiene que conocer la realidad.