Jordi Casanovas escribió esta obra ya hace once años, antes de algunos de los éxitos que lo harían más popular (Un home amb ulleres de pasta, Una història catalana, Vilafranca, etc.) De hecho, se trata de una comedia salvaje, de un humor negro muy subido de tono, que la emparenta con textos posteriores como Idiota o Mala broma. Aquí, concretamente, tenemos un grupo de amigos que han quedado para cenar, a pesar de que la velada acabará con una batalla campal en la que cada cual defenderá sus razones sin saber que por el camino perderá muchas más cosas.
Cómo en toda comedia desgarrada y un pelín grotesca (se llega despacio, no os asustéis), las situaciones y también algunos personajes pierden la verosimilitud en un determinado momento para pasar a otra fase. Son las reglas del juego, y en este juego vale todo. Por lo tanto, no busquéis una coherencia en todo ni una visión realista de la situación, porque si no será imposible disfrutarlo. Y en realidad esta es una obra para reír, para pasarlo bien y para evadirse durante casi dos horas.
Los actores merecen, como no, un punto y aparte. El reparto está formado por intérpretes jóvenes, pero que ya hemos visto en otras muchas batallas… nunca mejor dicho. Todos tienen su momento de lucimiento y todos empastan muy bien con los demás, puesto que por encima de todo estamos ante una obra eminentemente coral. Aun así, sería injusto no destacar la difícil tarea de Francesc Ferrer -él está en medio de todas las tramas y también de las situaciones más complicadas-, de la grata sorpresa que nos ha dado Jordi Coll o de la vena humorística -y bien porteña– de Majo Cordonet.