Esta es una obra que nos habla de una familia desestructurada, donde sus integrantes se muestran incapaces de adoptar los roles que les corresponden e incluso se ven obligados a adoptar algunos para los que no están preparados. Es el caso del Amy, la desafortunada protagonista de este drama familiar de Jessica Goldberg, estrenado en el 2000 y traducido a varios idiomas. Amy está atrapada a su propia familia, como cuidadora y como responsable única de sus dos hermanos. Pero no es la única, puesto que el resto de personajes –incluso el elemento externo que llegará a la casa- también se pierden buscando un núcleo familiar que anhelan… pero que en el fondo no les hace ningún bien.
¿Cómo escapar de las obligaciones que uno asume sin proponérselo? ¿Cómo construir una familia cuando el modelo a imitar ya está destruido de base? ¿Qué tienen que hacer los personajes para escapar del destino que les ha tocado? Todo esto es lo que se pregunta la autora en una serie de escenas que van transitando entre un peculiar costumbrismo y pequeños estallidos de violencia. Parece como si la historia se estuviera cociendo a fuego lento, pero de vez en cuando alguien avivara el fuego y la situación arrancara de golpe a hervir… pero sin llegar nunca al máximo. Esto hace que las transiciones, las interpretaciones y también el ritmo interno de la obra se puedan resentir. Solo una dirección muy afinada y unos intérpretes muy dúctiles pueden dar con el tono adecuado, y quizás en este caso solo se consigue el objetivo en momentos concretos…
Sea como sea, destacaría un final que quizás no convencerá a todo el mundo pero que es el más lógico posible teniendo en cuenta la realidad de los protagonistas. En todo momento la autora no busca dinamitar las situaciones sino que se deja llevar por las reacciones más comunes y esperadas de sus personajes. Un hecho que es de agradecer, aunque el conjunto pueda resultar demasiado desesperanzado.