Hay temas universales que, por muchos años que pasen, continúan teniendo una actualidad más impuesta que querida. Coger cualquier texto de Shakespeare, escrito en el siglo XVII, y trasladarlo al momento contemporáneo no es difícil ya que las palabras y las motivaciones de los personajes pueden convivir en cualquier época.
Esta obra es un ejemplo claro, porqué en toda la historia ha habido miles de guerras y disputas por el poder, asesinatos y conspiraciones para adquirir un estatus deseado, y también aquellas personas cómplices que han planeado o ayudado a conseguir los objetivos marcados. La universalidad de la temática permite moverse en el tiempo sin que pierda valor ninguno de los puntos mencionados.
En esta ocasión, Pau Carrió ha querido situar la acción en un periodo de entre guerras en un marco reciente. Con una estética militar que comparten todos los personajes y que oscurece el escenario para enmarcar una tragedia con todo su peso y consecuencias. Así, se convierte en una maravilla visual, con una puesta en escena arriesgada y potente que funciona. Cada cambio de escenario y la narrativa sonora y de iluminación envuelven de manera sublime el texto.
Siempre es difícil decidir qué texto de la obra queda fuera y, aquí, la selección es acertada, escogiendo aquello estrictamente necesario y obviando aquellos versos que podrían hacer desconectar a la espectadora alargando el espectáculo.
Con un reparto a la altura, si que se encuentran algunas escenas a las cuales les falta cierta dirección para la contención de los personajes que ayudaría a dar solvencia a las palabras y a la disputa dialéctica. En enfrentamiento final entre Macbeth y Macduff, como ejemplo, no acaba de convencer. Es lógico que los personajes estén al límite en todo momento, y bajar la explosión de sus emociones para que se note, pero no sobrepasen la escena es difícil, pero también muy importante.
Proponer una visión más del texto del Bardo es situarse ya en contra de muchas opiniones y mover la ubicación temporal es un reto enorme de cara al público. Pero, ¿qué sería del teatro sin la diversión de remover cualquier texto para hacer accesible a todo tipo de público? La valentía se premia yendo a ver la enésima versión de un texto que la espectadora se sabe de memoria, pero del cual está ávida de ver una nueva propuesta.