La literatura universal ha hablado ya de todos los aspectos de la vida, del amor y sus fases, el odio, de guerras y batallas y de todos los sentimientos y condiciones humanas. Como siempre, la importancia está en cómo se relatan los hechos y las emociones, hay una larga historia de manera de hacerlo, desde la mitología griega hasta los posts que se publican en las redes sociales. La manera afecta al fondo sin ningún tipo de paliativo. ¿Se puede combinar todo para hacer llegar el mensaje que se quiere transmitir a todos lados?
Marc Artigau escribe y dirige esta obra que se basa en la fiesta de boda de Zeus y Hera para hablar de temas que han traspasado fronteras, sociedades y el tiempo. Porqué hechos y comportamientos que antes se toleraban o callaban no se puede dejar silenciados, pero pasar a pasado siempre y, para muestra, una de dioses clásicos. Se unen a la celebración Ares, Afrodita, Dionisio y Hades que, como los protagonistas del enlace, irán dejando ir mitos conocidos para explicar los abusos de poder y la violencia sexual que se ha perpetrado durante toda la existencia de la humanidad.
Montaje potente, intenso y muy explosivo que tiene un reparto muy interesante. El texto utiliza las deidades y sus mitos para exponer hechos recientes debatidos socialmente, al mismo tiempo que lo explica con técnicas actuales que van dirigidas especialmente al público más joven (referencias a acciones virales, Tik Tok, músicas…).
Es una manera inteligente de presentar la mitología a los más jóvenes de la sala y hacer atractiva -si no lo era para alguien-, pero en este repaso por los mitos pone sobre el escenario más de uno que, aunque forma parte de esta cultura, a veces no quedan bien introducidos en la narrativa general de la producción. Se nota que apasionan estos capítulos de la antigüedad, pero no se tienen cuidado con hacerlos partícipes de la historia y sería mejor haberlos dejado fuera del texto. Da la sensación en algunas ocasiones que se quieren tocar muchos temas y eso hacer perder, en parte, la magnitud que tendría centrarse solo en un par.
En esta voluntad de querer acercar a los jóvenes al texto y su mensaje, también se introduce un poco de metateatro, los propios dioses en realidad son actores y actrices preparando el montaje que se está viendo. Tiene su gracia, pero también enreda y confunde más la trama.
Los y las intérpretes se dejan la piel antes incluso que la espectadora entre en la sala. Y es en este preciso momento que los protagonistas de esta historia arrastran al público a su narrativa desde el instante que pasan la puerta. Esta inmersión en la intensidad y la fuerza que desprenden solo empezar se alarga durante toda la obra y es lo que mantiene enganchada a la espectadora. La fuerza, las ganas y el deseo por conectar entre ellos mismos y el público.
La escenografía es una parte también importante de esta producción que juega con la música, los colores y los detalles del banquete de boda y va modelando una fiesta que deja un regusto amargo, al mismo tiempo que hace comprobar a los dioses que, al final, su eternidad no dista tanto de las vidas de los absurdos mortales.