Las piezas cortas de Chéjov en las que se basa este espectáculo son pequeñas joyas que conviene recordar de vez en cuando. El problema es como presentarlas, puesto que es difícil juntar piezas de esta duración sin que resulte insuficiente o bien parezca una muestra de talleres. En este caso, Carles Alfaro i Enric Benavent han optado por crear un hilo conductor que una El canto del cisne, Sobre los daños del tabaco y El oso, entre otras. Por lo tanto, tenemos un actor ya anciano que recuerda en un teatro cerrado como fue su vida, tanto artística como personal. La idea no es mala, pero el resultado es un patchwork cosido con hilo grueso que no consigue difuminar las costuras. Un poco al estilo de lo que hizo Neil Simon con El buen doctor, pero con menos dramaturgia y una comicidad más medida.
Uno de los aciertos del montaje es la atmósfera creada, un poco a medio camino entre las fantasmagorías del Cuento de Navidad, de Dickens, y un cabaret decadente de principios del siglo XX. La música de Bárbara Granados y, sobre todo, las interpretaciones de Francesc Orella y Nina acaban para unir el conjunto y darle algo más de sentido. En resumen, una pieza que quizás costará de digerir pero que al menos satisfará a aquellos que conozcan previamente los textos y quieran volver a escucharlos una vez más en los escenarios.