Viaje intenso a la memoria

Los hijos perdidos de Dios

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Los hijos perdidos de Dios → Centre de les Arts Lliures
19/01/2023 - Teatre Tantarantana

El futuro es hijo del pasado, y en el pasado se pudo ser indiferente, luchar o intentar protegerse, pero lo que lo ha llevado a la actualidad. “De aquellos polvos vienen estos lodos” dicen, y es exactamente así.

La acción se sitúa en Alicante, ciudad donde los republicanos fusilaron José Antonio Primo de Rivera y donde cada 20 de noviembre durante casi toda la dictadura de Franco los falangistas le retrajeron homenaje. A las afueras de la ciudad, un padre de familia construye El Bancal, una casa donde refugiarse cada año durante ese acto. Este es el escenario donde transcurre esta narración de 80 años de historia, en la cual pasaran tres generaciones diferentes trasladándose entre las diferentes épocas viendo como el fascismo avanza, evoluciona y les afecta. Pero no es solo eso. Es mucho más. Pero se tiene que ver en el teatro, a escasos metros de cada protagonista.

Es imposible que deje indiferente. La intensidad y el ritmo de su historia y su montaje obliga al público a estar en contacto permanente con la emoción que viven y reproducen los y las intérpretes. La fuerza y la pasión de sus personajes emana de sus cuerpos y sus palabras. Son más de dos horas, pero parece un breve interludio histórico emocional que nace de las entrañas y que pretende despertar al público de su letargia.

Júlia Barragan, Albert Miró, Júlia Morella y Alexandre Fons se convierten en un huracán, un estruendo que lo remueve todo. La sensación es que acaban exhaustos después de entregarse a cada personaje que interpretan, a cada situación y salto en la historia. Todas las intervenciones nacen de una voluntad clara de hacer llegar el mensaje a la espectadora y en eso, Fons es uno de los grandes exponentes de esta transmisión. No se puede dejar de mirar su expresión y de escuchar cada palabra que articula, porqué en cada frase hay una verdad o realidad que golpea más de lo que pueda parecer.

La puesta en escena consta de un arenal que sirve de base para la construcción de El Bancal. Allí se va edificando cada momento histórico y cada personalidad que se muestra al público. No hay ningún momento para la serenidad o la quietud, en todo momento pasan cosas a un ritmo frenético que funciona perfectamente para mantener a la audiencia alerta y en constante atención.

Es un viaje trepidante e intenso, vertebrado en un texto divertido y fresco que habla de un gran mal. Salir del teatro es fácil, pero de la obra no. Se queda enganchada al cuerpo, con sensación de desgaste y pérdida de fuerza, porque la espectadora, como los intérpretes, se lo ha dejado todo en el escenario.

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